miércoles, 15 de agosto de 2018
EL PLACER DE LA NADA
Estuve
pensando qué diablos era lo que más me gustaba de las cosas que me gustaban y
por qué me gustaban. Entonces cuando llegué el capítulo de Arcangelo Corelli y comprendí
que me gustaba en la misma medida en que tenía algún hueco en el que no había
nada. Entendí por qué el 12 de enero de 1993 se me calleron las lágrimas sin
poder evitarlo, justo en el instante en que la partitura de Corelli, tan
barroca, tan llena de notas, adornos y florituras, se quedaba en blanco, justo en el momento en que no había nada, silencio total. Un
hueco, un abismo, que tiene que ser interpretado como todas las notas, pero no con la técnica, sino
con el alma que te empujará al abismo o bien te dejará en el suelo abrazado a
las notas. Aquellos músicos que no sólo tienen notas, sino también alma, se lanzarán al
abismo del vacío y dejarán esos silencios así, como silencios, eternos;
aquellos ,miedosos , sin embargo , llenarán enseguida el hueco con más notas. Por eso me
gustaba y me hizo llorar, porque no había nada, si acaso el hueco de mi misma
alma
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